Uma descoberta "lá fora"
Las lágrimas de Sidney
“Jaime Ramos solo consiguió ver el cuerpo después de mucho insistir. Era un cuerpo normal, un cuerpo de atleta, un cuerpo que no pedía explicaciones. El policía que lo estaba siguiendo le parecía sacado de una película, su voz le sonaba como la de John Wayne en Rio Bravo, y eso era lo único en él que le inspiraba simpatía. Pensó en comentarle el asunto, pero Simon McNamee le hizo ver, con una sola mirada, que no era cinéfilo, a pesar de que John Wayne no pertenecía al mundo de la cinefilia, sino a la mitología personal de Jaime Ramos (junto con los boleros mexicanos, la pesca con cana, las camas que crujen o las películas de Ford); sin embargo, le dio las gracias en silencio a McNamee por no haberse puesto a carraspear cuando encendió un Corona con la ceremonia de un aborigen. McNamee tenía, con respecto al resto de los australianos, la ventaja de hablar español, lo que facilitaba un poco las cosas. La policía australiana había decidido que un agente que hablase español podía ser el mejor enlace con un portugués achaparrado, fumador, vestido con su cazadora azul tanto cuando hacía calor como cuando aquella neblina de la madrugada cubría el puerto de Sydney, que fue el escenario escogido para su primer encuentro. El aeropuerto de Banks-town le pareció enorme a Jaime Ramos, después de dos escalas en otros continentes, Ámsterdam y Singapur, y de una siesta en uno de los sectores del piso superior de la nave de acrílico, vidrio y hormigón. McNamee había ido a buscarlo entonces, a las tres de la mañana, disculpándose por sus muchas ocupaciones. Jaime Ramos se había despertado por tercera vez.” (continua)
Francisco José Viegas in “Alta Velocidad – Nueva Narrativa Portuguesa”, Ed. Lenguas de Trapo, Col. Otras Lenguas, Madrid, 2004
“Jaime Ramos solo consiguió ver el cuerpo después de mucho insistir. Era un cuerpo normal, un cuerpo de atleta, un cuerpo que no pedía explicaciones. El policía que lo estaba siguiendo le parecía sacado de una película, su voz le sonaba como la de John Wayne en Rio Bravo, y eso era lo único en él que le inspiraba simpatía. Pensó en comentarle el asunto, pero Simon McNamee le hizo ver, con una sola mirada, que no era cinéfilo, a pesar de que John Wayne no pertenecía al mundo de la cinefilia, sino a la mitología personal de Jaime Ramos (junto con los boleros mexicanos, la pesca con cana, las camas que crujen o las películas de Ford); sin embargo, le dio las gracias en silencio a McNamee por no haberse puesto a carraspear cuando encendió un Corona con la ceremonia de un aborigen. McNamee tenía, con respecto al resto de los australianos, la ventaja de hablar español, lo que facilitaba un poco las cosas. La policía australiana había decidido que un agente que hablase español podía ser el mejor enlace con un portugués achaparrado, fumador, vestido con su cazadora azul tanto cuando hacía calor como cuando aquella neblina de la madrugada cubría el puerto de Sydney, que fue el escenario escogido para su primer encuentro. El aeropuerto de Banks-town le pareció enorme a Jaime Ramos, después de dos escalas en otros continentes, Ámsterdam y Singapur, y de una siesta en uno de los sectores del piso superior de la nave de acrílico, vidrio y hormigón. McNamee había ido a buscarlo entonces, a las tres de la mañana, disculpándose por sus muchas ocupaciones. Jaime Ramos se había despertado por tercera vez.” (continua)
Francisco José Viegas in “Alta Velocidad – Nueva Narrativa Portuguesa”, Ed. Lenguas de Trapo, Col. Otras Lenguas, Madrid, 2004
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